Según la ONU las mujeres rurales representan más de un tercio de la población mundial y el 43% de la mano de obra agrícola en todo el globo. Son ellas quienes labran la tierra y plantan las semillas que alimentan a naciones enteras. Ellas, además de garantizar la seguridad alimentaria de sus comunidades destinan inestimables esfuerzos que ayudan a enfrentar los problemas que genera el cambio climático en diversas tareas.
A pesar de su gran aporte las mujeres rurales no han sido valoradas y reconocidas en su arduo trabajo como se debiera. El trabajo de una mujer rural, si se lo compara al de un hombre, equivale al de una triple jornada laboral, ya que no solo circunscribe tareas vinculadas al campo como: el cultivo, la recolección, el cuidado de animales, las artesanías, la manipulación de los telares, entre otras, sino, que también acumula como actividad el cuidado de sus niños y otras tareas domésticas. Teniendo en cuenta este último dato aportado en pos de una total visibilización de las múltiples tareas que desempeñan estas trabajadoras, es que podemos decir, y con sobrado argumento, que su trabajo por lo general resulta de muy baja remuneración y nunca sujeto a una situación de igualdad con respecto a los hombres.